--Estoy viendo cosas raras--dijo ella.
--Decime--rogó él.
--No puedo. No las puedo explicar, no me entenderías.
--Dale... decime.
--No.
--¡Qué mala que sos!
--Está bien... ¿viste aquél edificio? Lo veo viejo. Vi una luz naranja por la ventana, una persiana maltrecha y ajada, y justo pasó el tren e hizo ruido. Y el resto de las persianas, cerradas. Eso: de repente vi todo viejo.
--...
--...
--Ja. Ja, ja.
--¿No te das cuenta de que todo parece antiguo hoy? Todo parece viejo. Es más: juraría que todo está igual desde que vos y yo nacimos.
--Pero eso no significa que todo esté viejo --la calmó él--. Significa simplemente que fue hecho hace tiempo.
--Eso es lo mismo que algo que es viejo.
--No, no es lo mismo. En todo caso, los viejos somos nosotros.
--...
Y ellos se conocían desde hacía tiempo.
Esto también me suena.
ResponderEliminarJajaja, sos el protagonista de todos mis cuentossssss...
ResponderEliminarNo, ésta surgió de la charla con otra gentuza. Pero me hiciste acordar que una vez, en La Plata, nos pusimos a descifrar que sucedía adentro de las casas por las persianas y ventanas que tenían... evidentemente, tengo algún problema con eso.
Quiérote!
Aca estoy, leyendote. Me encantas! Dejé mi huella por aca...
ResponderEliminarVicko.