domingo, 27 de septiembre de 2009

Domingo sepia.-


Despierto de una noche en la que nada soñé,
es tan triste no reflejarse en aquellas figuras.
La brisa corre por la ventana
y se inmiscuye en la piel de nadie.
Es domingo, domingo otra vez.

Es domingo y todo se vuelve sepia.
Es domingo y en la calle se detienen las pisadas.
Es domingo y todo se cierra,
pero las heridas se abren como puertas del miedo.

Quedan muchos domingos por andar
y me siento un trompo estático de pronto
manejado por dedos extraños.
Qué lindo sería salir a caminar.

El sillón invadido por el cuerpo de un otro,
la cabeza refresca antiguas palabras,
las palabras viejas toman vida de pronto:
son silvestres, naturales en este domingo sepia.

El domingo: es que trae todo lo especial,
es que las sensaciones son corrientes de puro placer
o dolor.
Y el domingo, creo, se parece al ayer.
Sí, es el día más parecido al ayer.

Y me ciegan los fantasmas que nunca soñé,
abro la persiana y entran de pronto.
Los recuerdos espectrales de un amor viejo,
amistades que en un campo verde de domingo murieron.

Miro la ventana y llovizna.
Miro el domingo, llovizna.
¿Y qué sería del domingo sin llovizna?
¿Y qué sería de la llovizna sin algo de domingo?