jueves, 10 de septiembre de 2009

La vidriera de las vanidades

Miro la vidriera de las vanidades
-¿A dónde me metiste?
Donde no quería estar.
Tu esplendor se apagó,
y estos prestidigitadores de la realidad
y de mí
y de vos
bailan un cínico valls en el medio de la sala.

Me subí al escenario
y me caí
(o me tiraron)
y a propósito lloraste
(o te reíste)
y el vaso se colmó.

Porque esta distancia está tan buena, amor.
Pero si pudieras clavar la mirada en tu interior
(no en tu exterior)
quizás serías un poco más feliz
(y yo)

Un cigarrillo no me vendría nada mal esta noche.
Noche oscura de caras largas,
de miradas turbias.
Cejas estresadas de tanto ascender,
bocas entreabiertas del asombro de no asombrarse,
uñas pintadas de todos los colores
(no pego, yo me las como).

Y estás ahí,
y estoy yo ahí
y la espuma inunda el suelo
y -como la magia es de cristal-
¿no te dije?: a veces se rompe.