miércoles, 24 de febrero de 2010

Ewan


Ewan es tan fascinante. Tiene una cosa tan mística... qué hombre. Pensar que de todas sus películas creo que nomás vi Trainspotting y fue suficiente como para enamorarme de él. No de Renton; de él. Hoy lo recordé inmensamente. Me gusta porque tiene cara de nada. Una cara que no representa nada puede llenarse de todo, hasta de polleras que rompen con las fronteras interculturales del gusto. Al fin de cuentas esas caras no tienen límites para la expresividad.
Entre mis pensamientos de esta noche se me vino a la mente algo que siempre me generó dudas respecto de si lo soñé o lo viví. De chica, no estaba segura de si le había regalado a un compañerito de jardín un jueguito de agua de esos que tienen argollitas para embocar. Nunca me voy a sacar la duda. Jamás.
Cuando escribimos nos obsesionamos por lo que no escribimos: siempre estamos pensando en lo que falta, como en la vida. Me cansé de buscar palabras raras para decir lo que quiero decir, ¿para qué? Me enferman los que escriben con palabras raras, que entran ahí sin que las llamen los que escriben ni nadie. No entiendo a qué viene todo esto, la verdad. Estoy muerta de sueño y no sé qué carajo quiero decir con toda esta pelotudez de McGregor y el sueño mitológico aquél de las argollas –no al chiste, menos al verde-. Ah, sí. Ya me acordé.
Me parece que escribir se parece un poco a ese sueño que no sé si soñé o viví. Pienso en el frágil límite que existe entre la realidad y la alucinación. La puesta en palabras es un acto que reconfirma la vida. También la crea, independientemente del terreno del cual provenga el relleno del significado. Me acuerdo de una frase que vi escrita en una pared, tan simple, tan cierta: universo más mente, igual uno. O la frase de Luca, "Real life is inside".
Me propongo que escribir ya no sea lo que falta, sino lo que me falta. Después de todo, sólo así puedo tener a Ewan durmiendo conmigo –y que, además, sea el mismo de Trainspotting con una cara de nada que yo misma pueda llenar de todo-. ¿Y quién me confirma que le regalé a ese niño el misterioso juego acuático?

(No me molesta que uses falda, posta. En cinco estoy, ¿me bancás?).

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