viernes, 21 de octubre de 2011

Huelen a perfume francés

Yo tengo uno que me trajo Papá Noel

Demasiada luz encandila,

lo uso sólo en ocasiones especiales

Sueño personas sin ojos

personas en sillas de ruedas

vagando en plataformas circulares

hombres hermosos con dientes de menos

que sonríen

y niños extraviados

con buzos azules…

Me siento perdida en una carretera

sólo que no hay ninguna de las dos cosas

sólo hay un cigarrillo que se consume

y me consume a mí mientras mi piel

se deshace en pedacitos

y me como

un auto acaba de pasar y se derrumbó en el océano

hay un pino que amenaza con caerse en tu casa

un pájaro ahora no puede volar

el perfume francés del bar del centro

poca luz para que no se encadilen

las bellezas que danzan al ritmo de la música

martes, 21 de diciembre de 2010

Mejores amigos.-

A Euge y Matas

--Yo no les creo --acusó La Vichy--. Yo no les creo que ustedes no se hayan comido.

Y nosotros le juramos y le prejuramos que no. Cómo no sospecharlo: siempre, donde hay una novia de mi mejor amigo, hay una mujer enferma de celos por culpa mía. Donde hay un novio de Daniela, hay una crítica empedernida de Matías.

Pero no. Nunca "nos comimos".

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Matías nació el 20 de diciembre. El otro día, en su cumpleaños, tras la cena, recapitulamos:
--¿Qué hicimos en 2001? Imagino que no nos juntamos, ¿no? --pregunté.
--Sí, Dani. Nos juntamos.
Miré para el patio y me acordé. Efectivamente. Cinco, seis compañeritos de noveno, algunas reposeras.
Euge apareció en escena y aseguró que ella no había estado.
--Me acordé... catorce años teníamos.
--Yo pienso en los padres: dijeron sí, sí, andá.

Se lo quise hacer entender en ese momento pero no hubo caso, quizás los malabares de la lengua posibiliten su interpretación:

--¿Ves por qué sos mi amigo? Porque me decís cosas que yo no sé. Cosas que yo no leí. Me aportás.

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Seguramente ya tenía algunas cervezas encima, y fernet, y se me salió la cadena y empecé a filosofar y le pedí a Euge que me anotara esta frase en el celular.

Hay cosas que yo sé que quiero que los otros sepan. Y hay cosas que yo sé que no quiero que sepan.

Me rompí la cabeza hoy intentando encontrarle el sentido que tuvo ayer, pero fue inútil. Estoy recontra segura de que era un descubrimiento. Pero sé que tiene que ver con esto:

--Y ya lo ves. Ya entiendo porque vos y Mati son mis mejores amigos. Vos me decís las cosas que yo YA SÉ. Me identifico con lo que me decís. Me encuentro en lo que decís o me reencuentro. Y eso me reconforta: me hace sentir menos sola en este mundo. En cambio, con Matute no es eso. No. Con Matu es descubrir. Y por eso los dos son mis mejores amigos.

Y ella me lo confirmó.

--Soy tan cholula. Hoy a papá en el hospital le contaba de vos. De tus notas en el diario.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Sin Dios.-


Confieso que no tengo Dios. Desde que se murió mi abuelo no tengo Dios. Yo le pedí, le pedí que él mejorara --tenía doce--, leía sola la Biblia todas las noches --sin entender nada--, sabía el Credo, el Ave María y el Padre Nuestro y hasta una oración que no sabía casi nadie. No solamente estoy bautizada. También tomé la comunión, y la seguí hasta la confirmación. En suma, pasé alrededor de seis años en la Iglesia y la verdad es que no fue por empuje de mis padres que casi nunca fueron a misa; se ve que de chica creía de verdad, necesitaba creer que todo eso que me decían era una verdad y que había en lo celestial un poder latente que yo podía usar a mi gusto. Para aprobar exámenes, para que un chico me quisiera, para que viniera rápido el colectivo, para salvar a mi abuelo.
Si todo lo que era detalle no se cumplía no me afectaba. Pero cuando el abuelo se murió me quedé sin fe. Sin Dios.

Quedarse sin Dios fue un tiempo conocer el desamparo.

Después vendría leer a Galeano y profundizar en todo lo que pasó en Latinoamérica. Y la cantidad de pavadas que impone la Iglesia. Pavadas, a mi entender (por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa...).

Y eso que de chica tenía intuiciones de otra cosa. De otras fuerzas dominando el universo.
--Yo creo en la reencarnación. Para mí, cuando alguien se muere su alma pasa al cuerpo de otra persona y...-- lanzó Fede, un compañerito de la escuela, en plena "clase" de catequismo. No terminó la frase.
Pero yo, que jamás había escuchado hablar de eso, grité "sí, sí, yo también".
--NOSOTROS no CREEMOS en eso-- corrigió la catequista.

Ahora tampoco creo en eso. Creo que creer en eso genera cierto alivio. Ya voy a volver, transformada. Nadie se imagina siendo un gusano en su próxima vida. Nadie siendo una vaca que desembarca en el matadero.

Siempre digo que "creo en lo que veo". Y sin embargo, hay circunstancias en las que la vida me parece mágica. Aquellas que algunos llaman casualidades. Imagino al azar como una suerte de batalla naval, un esquema de posibilidades. Pero me pregunto si realmente todo es tan matemático. Cuando pienso en una persona y de repente aparece caminando por la calle, sinceramente no puedo creerlo.

Tampoco cuando escucho la misma palabra 3 veces en un día, habiéndome topado con ella por primera vez.
Cuando digo una palabra y justo la leo de repente.
Tampoco cuando pienso en cómo conocí a algunas personas.

Ahí vuelvo a creer en algo. Y no sé qué es.